Hace un par de días saltó la noticia de que habían encontrado a una recién nacida abandonada entre unos arbustos de una zona residencial de Estepona. La niña, presentaba daños cerebrales y su estado actual es muy grave. La madre de la criatura es una joven de origen ruso que había sido contratada como niñera por unos vecinos de la zona .
Sucesos como éste me hacen pensar en que para ser madre/padre biológico no se pide ningún requisito. En cambio para adoptar o acoger un niño e incluso para hospedar en tu casa a un estudiante de intercambio , te exigen una serie de condiciones que muchas personas, pese a ser de comportamiento irreprensible, no consiguen reunir. Pero para ser padres no es necesario nada, sólo las condiciones físicas adecuadas para tal menester.
La verdad es que tener un hijo y acertar en su educación no es tarea fácil. Echo la vista atrás y me doy cuenta en cuan desacertada he estado en tantas y tantas ocasiones; cuántas veces he callado cuando debía hablar y al revés, cuántas veces he hablado cuando me debía haber mordido la lengua. Es difícil atinar con los hijos.
Ya expliqué un poco en otro post mi difícil relación con mi niña/mujer, la de exuberantes hormonas que arroja como dardos venenosos cuando se cruza conmigo. Nadie me enseñó a ser su madre, no tengo más título de madre que su certificado de nacimiento y el cosquilleo de mis entrañas cuando la miro o sólo cuando pienso en ella. Estoy pasando la época de los "si hubiera": si hubiera hecho esto, si hubiera hecho lo otro... pero lo hecho, hecho está. Sin embargo, siempre tendré la duda de si habré acertado, sobre todo, cuando me suelta sus sentencias - porque mi niña no habla, sentencia- que me desconciertan y que no sé si tomar como halagos o como reproches.
Ya desde muy chica apuntaba maneras y por ejemplo, cuando le hacía cualquier regalo me espetaba ¿se te ha ocurrido a ti que éso podría gustarme? . Y me quedaba yo dilucidando si el regalo era bienvenido - y de ahí su asombro ante mi puntería al comprarlo lo que a su vez denotaría mi conocimiento sobre sus complacencias - o por el contrario le desagradaba al punto de escupirme la frase y de paso hacerme notar que no tenía ni idea sobre sus gustos. O como hace poco, cuando se quejaba de la actitud infantil de uno de sus amigos: después de argumentar que es que estaba muy mimado, que su madre todavía le preparaba sus comiditas preferidas y mil detalles más, me lanzó ¡No sabes cuánto te agradezco que nunca me haya hecho caso! Y se fue tan fresca dejándome a mi con la cabeza como una hormigonera dando vueltas, intentando averiguar si tan mal lo había hecho que en todos estos años ni se había dado cuenta de mis desvelos o si es que llevaba razón la chiquilla y realmente nunca me había ocupado de ella o no lo había hecho lo suficiente.
En definitiva, para ejercer la profesión de padres no se expiden títulos: sólo nos capacita mucho amor, mucha paciencia y la plena confianza de que Dios y su Madre cuidarán de nuestros hijos mejor que nosotros, porque también son suyos.
La verdad es que tener un hijo y acertar en su educación no es tarea fácil. Echo la vista atrás y me doy cuenta en cuan desacertada he estado en tantas y tantas ocasiones; cuántas veces he callado cuando debía hablar y al revés, cuántas veces he hablado cuando me debía haber mordido la lengua. Es difícil atinar con los hijos.
Ya expliqué un poco en otro post mi difícil relación con mi niña/mujer, la de exuberantes hormonas que arroja como dardos venenosos cuando se cruza conmigo. Nadie me enseñó a ser su madre, no tengo más título de madre que su certificado de nacimiento y el cosquilleo de mis entrañas cuando la miro o sólo cuando pienso en ella. Estoy pasando la época de los "si hubiera": si hubiera hecho esto, si hubiera hecho lo otro... pero lo hecho, hecho está. Sin embargo, siempre tendré la duda de si habré acertado, sobre todo, cuando me suelta sus sentencias - porque mi niña no habla, sentencia- que me desconciertan y que no sé si tomar como halagos o como reproches.
Ya desde muy chica apuntaba maneras y por ejemplo, cuando le hacía cualquier regalo me espetaba ¿se te ha ocurrido a ti que éso podría gustarme? . Y me quedaba yo dilucidando si el regalo era bienvenido - y de ahí su asombro ante mi puntería al comprarlo lo que a su vez denotaría mi conocimiento sobre sus complacencias - o por el contrario le desagradaba al punto de escupirme la frase y de paso hacerme notar que no tenía ni idea sobre sus gustos. O como hace poco, cuando se quejaba de la actitud infantil de uno de sus amigos: después de argumentar que es que estaba muy mimado, que su madre todavía le preparaba sus comiditas preferidas y mil detalles más, me lanzó ¡No sabes cuánto te agradezco que nunca me haya hecho caso! Y se fue tan fresca dejándome a mi con la cabeza como una hormigonera dando vueltas, intentando averiguar si tan mal lo había hecho que en todos estos años ni se había dado cuenta de mis desvelos o si es que llevaba razón la chiquilla y realmente nunca me había ocupado de ella o no lo había hecho lo suficiente.
En definitiva, para ejercer la profesión de padres no se expiden títulos: sólo nos capacita mucho amor, mucha paciencia y la plena confianza de que Dios y su Madre cuidarán de nuestros hijos mejor que nosotros, porque también son suyos.
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