" En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. "
Siempre que he oído o leído sobre este evangelio, los comentarios se centran en la figura de Jesús, como el buen pastor. Sin embargo, las ovejas han quedado relegadas a un segundo plano. Dice Jesús: las mías me conocen. Pero ¿ hasta qué punto es podemos decir que lo conocemos? ¿ Cuántos de nosotros conocemos verdaderamente al Buen Pastor y lo seguimos porque sabemos que Él es el único que nos conducirá a las aguas tranquilas y nos hará reposar en verdes praderas? O más bien ¿ cuántos lo hacemos porque sólo somos eso, ovejas que se dejan llevar por el rebaño - no por el pastor- sin llegar a reconocer a Aquél que nos guía, sin interesarnos en conocer el Don de Dios.
¿Somos realmente buenas ovejas de su rebaño? ¿ Escuchamos su voz que nos habla en la Escritura? ¿ Dejamos que nos cure de nuestras heridas, a través del sacramento de la penitencia? ¿ Nos dejamos alimentar por Él en la Eucaristía? ¿ Somos ovejas negras de su rebaño? Recordemos los versos de San Juan de la Cruz y no dejemos solo al Pastorcico:
Un Pastorcico solo está penado
ajeno de placer y de contento
y en su pastora ha puesto el pensamiento,
el pecho, del amor, muy lastimado.
No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido
-aunque en el corazón está herido-
más llora por pensar que está olvidado.
Que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena,
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.
Y dice el Pastorcico: ¡Ay, desdichado
de aquél que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia!
Y el pecho, del amor muy lastimado.
Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol do abrió sus brazos bellos
y muerto se ha quedado, asido dellos,
el pecho, del amor, muy lastimado.
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