¿A QUIEN TE PARECES, A MAFALDA O A SUSANITA?
¿Qué clase de personas somos? Con bastante más frecuencia de la que me gustaría, suelo encontrarme con situaciones parecidas a las del dibujo, principalmente al salir de las iglesias. En las puertas de casi todas ellas hay una pléyade de indigentes tratando de obtener unas monedas. De algunos conozco las circunstancias que los han llevado a tener que mendigar; de otros las ignoro. En cualquier caso el verlos me hace reflexionar y tras encontrar la tira de mi admirado Quino, he llegado a la conclusión de que me parezco más a Susanita que a Mafalda. Cierto es que , como a Mafalda, me gustaría que todo el mundo tuviera un hogar, un trabajo, unas condiciones dignas de vida. Pero como desgraciadamente no es así y cada vez hay más personas en esas condiciones, las más de las veces , cuando me las tropiezo me gustaría que ya que no se hace algo por ellos, al menos "los escondiesen". En ése " no se hace" empiezo por incluirme yo misma". Sé que unas cuantas monedas no le solucionan la vida a nadie ; sé que hay instituciones que tratan de paliar determinados problemas y que hay muchos que no aceptan las ayudas que se les proponen, pero todo eso no terminan siendo más que excusas para tranquilizar mi mala conciencia. En realidad, me molesta su presencia porque en el fondo me hacen ver cuan poco algo por los demás. No cabe echar la culpa a la sociedad, la sociedad la componemos todos los individuos y todos contribuimos a formar la conciencia de la misma. Estos sentimientos míos contrastan con los de la Beata Teresa de Calcuta, que resumo en las siguientes frases entresacadas de las muchas que pronunció en su día:
Pido a Dios que llegue el día en que yo sepa mirar a los pobres como lo hizo Madre Teresa y no como lo hago yo, como Susanita. Es el ideal de santidad que deberíamos proponernos todos.Los pobres son la esperanza del mundo porque nos proporcionan la ocasión de amar a Dios a través de ellos. Son el don de Dios a la humanidad, para que nos enseñen una manera diferente de amarlo, buscando siempre la manera de dignificarlos y rescatarlos.Ellos son el signo de la presencia de Dios entre nosotros, ya que en cada uno de ellos es Cristo quien se hace presente.Por eso, él no nos preguntará cuántas cosas hicimos, sino cuánto amor pusimos en ellas.Seamos los servidores del pobre. Hemos de brindar al pobre un servicio generoso, sincero. En el mundo, a la gente se le paga por su trabajo. Sintámonos pagados por Dios.
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