martes, 11 de diciembre de 2012

VUESTRO PADRE NO QUIERE QUE SE PIERDA NI UNO DE ESTOS PEQUEÑOS







     En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»









     El 10 de septiembre de 1946 durante un viaje en tren de Calcuta a Darjeeling, la Madre Teresa recibió una “inspiración”, que ella más tarde explicó como una “llamada dentro de una llamada”. 
   La sed de Jesús por amor y por las almas se manifestó tan claramente que desde aquel momento un deseo ardiente de saciar su sed tomó completa posesión de su corazón. Mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de que existiesen “víctimas de amor” que “irradiasen Su amor sobre las almas”. 
  Él reveló su dolor por la manera en que los pobres eran descuidados, su pena por ser ignorado por ellos y su anhelo - su sed - por el amor de ellos. Le imploró:

 “Mi pequeña, ven; ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven, sé Mi Luz. No puedo ir solo. Ellos no Me conocen y, por lo tanto, no Me quieren. Tú, ven, ve entre ellos. Llévame contigo en ellos. Cuánto deseo entrar en sus agujeros, en sus oscuros e infelices hogares”.


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