jueves, 29 de diciembre de 2011

VÉANTE MIS OJOS, MUÉRAME YO LUEGO







Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.



Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.



     No sé por qué, estas palabras de Simeón  , repetidas a diario en la Liturgia de las Horas al finalizar el día,  me hacen evocar  al día de mi muerte.  Supongo que en lo mismo pensaba el viejo Simeón cuando las pronunció: el pueblo judío esperaba la venida del Mesías y a Simeón se le concedió la gracia de reconocerlo en ese niño desvalido. Ya podía descansar en paz,  no necesitaba más en esta vida que tomar conciencia de que  el Salvador estaba entre nosotros. Este es el anhelo repetido por todos los santos. Recuerdo especialmente a Santa Teresa de Jesús, cuando escribió: 

           

Véante mis ojos, dulce Jesús bueno;
véante mis ojos, muérame yo luego.

Vea quién quisiere rosas y jazmines,
que si yo te viere, veré mil jardines,
flor de serafines; Jesús Nazareno,
véante mis ojos, muérame yo luego.

No quiero contento, mi Jesús ausente,
que todo es tormento a quien esto siente;
sólo me sustente su amor y deseo;
Véante mis ojos, dulce Jesús bueno;
véante mis ojos, muérame yo luego.


Siéntome cautiva sin tal compañía,
muerte es la que vivo sin Vos, Vida mía,
cuándo será el día que alcéis mi destierro,
véante mis ojos, muérame yo luego.


Dulce Jesús mío, aquí estáis presente,
las tinieblas huyen, Luz resplandeciente,
oh, Sol refulgente, Jesús Nazareno,
véante mis ojos, muérame yo luego.


¿Quién te habrá ocultado bajo pan y vino?
¿Quién te ha disfrazado, oh, Dueño divino ?
¡Ay que amor tan fino se encierra en mi pecho!
véante mis ojos, muérame yo luego.

Gloria, gloria al Padre, gloria, gloria al Hijo,
gloria para siempre igual al Espíritu.
Gloria de la tierra suba hasta los cielos.
Véante mis ojos, muérame yo luego. Amén.




 
     A mi me gustaría también morir con el convencimiento de Simeón,  de haber visto  a mi Salvador y haberlo reconocido. Estoy segura de que me proporcionaría una gran paz en ese momento definitivo.  Cierto que intelectualmente tengo el convencimiento de que Jesús ha venido y  ha  venido a  salvarnos pero  no obstante,  muchas veces me cuesta advertir su presencia en el vivir cotidiano. Y debe ser muy triste que llegado el día de encontrarme cara a cara con Él, para toda la eternidad,  me resulte  un perfecto  desconocido. Me viene a  la memoria la oración compuesta por otra gran  Teresa, la Beata Teresa de Calcuta,  cuya espiritualidad , como la de la anterior,  me  atrae muchísimo y  quisiera que fuera el referente de mi vida. Esta oración, creo haberla transcrito en el blog en otra ocasión , pero  debo volver  a  reseñar al menos  una parte de ella: 

Jesús es el Hambriento - para ser alimentado.
Jesús es el Sediento - para ser saciado.
Jesús es el Desnudo - para ser vestido.
Jesús es el que no tiene hogar - para ser acogido.
Jesús es el Enfermo - para ser curado.



Jesús es el que está solo - para ser amado.
Jesús es el Rechazado - para ser aceptado.
Jesús es el Leproso - para lavar sus heridas.
Jesús es el Mendigo - para darle una sonrisa.
Jesús es el Borracho - para escucharlo.
Jesús es el Retrasado Mental - para protegerlo.
Jesús es el Pequeño - para abrazarlo.

Jesús es el Ciego - para guiarlo.
Jesús es el Mudo - para hablar por é.
Jesús es el Inválido - para caminar con él.
Jesús es el Drogadicto - para ser su amigo.
Jesús es la Prostituta - para apartarla del peligro y ser su amigo.
Jesús es el Prisionero - para ser visitado.
Jesús es el Anciano - para ser servido.

          Debemos pedir especialmente en este día que se nos conceda, como a Simeón, la capacidad y la apertura de corazón  necesarias  para saber reconocer a Nuestro Salvador con las mil caras con  que se nos presenta cada día  para así,  poder decir como él: Ahora Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz porque mis ojos han visto a tu Salvador. Que así sea.



No hay comentarios:

Publicar un comentario