De la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo
"Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno, y de este testimonio –digo la verdad, no miento– yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones"
Salva, Señor, a tu pueblo
Escucha, Señor, mi súplica
cuando te pido ayuda
y levanto las manos hacia tu santuario.
El Señor es mi fuerza y mi escudo,
en él confía mi corazón;
él me socorrió y mi corazón se alegra
y le canta agradecido.
El Señor es la fuerza de su pueblo,
el apoyo y la salvación de su Mesías.
Salva, Señor, a tu pueblo
y bendícelo porque es tuyo;
apaciéntalo y condúcelo para siempre.
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