Recordamos en el 28 de diciembre el día de los Santos Inocentes. A lo largo del tiempo, el sentido de esta fecha se ha venido devaluando, habiéndose convertido en el día de las bromas por excelencia. Pero no fue precismamente una broma la matanza de Herodes de todos los menores de los alrededores de Belén ni es ésta una fiesta que merezca hilaridad de ninguna clase.
Jeremías profetizó el acontecimiento, resaltando el llanto de Raquel pore sus hijos muertos. Hoy, sin embargo, ni siquiera Raquel llora ya la muerte de sus hijos, sino que incita a su asesinato. Los Santos Inocentes deberían conmemorarse cada día en nuestra sociedad , que promueve el aborto , que lo acepta, que lo ejecuta, que lo convierte en un derecho y en ocasiones, hasta en un deber. Miles de inocentes son exterminados a diario ante nuestros ojos, sin que ya se nos conmuevan las entrañas, porque se nos ha adormecido la conciencia.
No sería justo cargar la toda culpa del mal de este siglo sobre las madres que llevan a cabo esta iniquidad. Todos somos cómplices de la matanza: desde el legislador que que promulga la ley inicua hasta la autoridad que la sanciona; desde el médico que lo recomienda o lo ejecuta hasta los educadores que infunden en la juventud doctrinas contrarias a la ley natural; desde los votantes de los partidos que incluyen el aborto en sus programas, hasta los ciudadanos que con nuestra apatia lo consentimos o no ponemos medios suficientes para su abolición. Hoy Herodes se multiplica en cada uno de nosotros, como los Santos Inocentes se multiplican a diario en cada niño abortado.
Esta sociedad actual, estulta hasta sus cimientos, se llena la boca con sus frases huecas sobre la solidaridad, la integración, la igualdad del género, la lucha contra el sexismo, los derechos de los animales, de las plantes y hasta del mobiliario urbano ( todo ello muy defendible, pero no lo principalmente defendible) pero resulta incapaz no ya de frenar, sino aún de tomar conciencia , del crimen organizado que se comente a diario en los miles de abortorios esparcidos por nuestras calles, junto a nuestra casa, al lado del colegio al que asisten nuestros niños ( esos que tuvieron la suerte de nacer) y dentro del radio en el que no se permite fumar para no contaminarlos, pero en el cual sí se permite la destrucción de la vida humana en sus inicios.
Una sociedad que no respeta el valor esencial a la vida, es una sociedad esencialmente abocada a la destrucción. Como dijo Bernanos:
"No olvidéis nunca que este mundo odioso se mantiene en pie por la complicidad - siempre combatida, siempre renaciente - de los santos, de los poetas y de los niños. ¡Sed fieles a los santos! ¡Sed fieles a los poetas! ¡Sed fieles a los niños! ¡Permaneced fieles a la infancia! ¡Y no os convirtáis nunca en personas mayores! "
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