martes, 20 de agosto de 2013

SAN BERNARDO DE CLARAVAL, EL ÚLTIMO DE LOS PADRES DE LA IGLESIA







     El 20 de agosto se celebra la festividad de San Bernardo de Claraval,  nacido en el  1090 de familia acomodada. Cuando contaba alrededor de 20 años, ingresó en el Cister, entonces una  fundación nueva  con una regla más estricta que otras . A los 25 años fue enviado por San Esteban Harding a fundar el monasterio de Claraval, que pronto creció en número de profesos y en fundaciones y en el que desarrolló Bernardo su  percepción de la vida monástica,  promoviendo la austeridad  de los monjes y la solicitud por los pobres. 

     San Bernardo  mantuvo un extenso contacto epistolar con numerosas personas de todos los extractos sociales  de las que muchas se conservan,  estando también recopilados sus sermones, que preparaba  con absoluto esmero y tras muchas horas de oración . Combatió  la herejía de los cátaros  y condenó  el antisemitismo hasta el punto de que el  rabino de Bonn, Ephraim le rindió un sentido homenaje.     Pronto destacó y fue reclamado para solventar numerosos asuntos de la Santa Sede, lo que hizo que  tuviera que salir del monasterio en  múltiples ocasiones hasta que por motivos de salud, hubo de disminuir sus viajes. En sus últimos años, se dedicó  a revisar sus escritos ( Cartas, Sermones y Tratados)  fue en esa época cuando escribió su obra " De Consideratione"  dedicada a un hijo espiritual suyo que terminó siendo el papa Eugenio III. En dicha obra , además dar consejos  para conseguir ser un buen Papa que son aplicables a todos los tiempos , manifiesta una visión del misterio de la Iglesia y de Cristo que desemboca en la contemplación de la Trinidad.  






     De su  doctrina se destacan dos vertientes : Jesucristo y la Virgen Santísima. Respecto del primero, señalaba San Bernardo: Sólo Jesús es "miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón" (. Precisamente de aquí proviene el título, que le atribuye la tradición, de Doctor mellifluus: de hecho, su alabanza de Jesucristo "fluye como la miel", no cansándose de repetir que sólo hay un nombre que cuenta, el de Jesús Nazareno. "Árido es todo alimento del alma  si no se lo rocía con este aceite; insípido, si no se lo sazona con esta sal. Lo que escribes no tiene sabor para mí, si no leo allí a Jesús". Y concluye:  "Cuando discutes o hablas, nada tiene sabor para mí, si no siento resonar el nombre de Jesús". Para san Bernardo, de hecho, el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal, profunda, de Jesucristo y de su amor.






     En relación a su amor incondicional por María,  en su sermón " en el domingo dentro de la octava de la Asunción", describe en términos apasionados la íntima participación de María en el sacrificio redentor de su Hijo: ¡Oh santa Madre verdaderamente una espada ha traspasado tu alma!... Hasta tal punto la violencia del dolor ha traspasado tu alma, que con razón te podemos llamar más que mártir, porque en ti la participación en la pasión del Hijo superó con mucho en intensidad los sufrimientos físicos del martirio.
     San Bernardo no tiene dudas:  "per Mariam ad Iesum", a través de María somos llevados a Jesús. Él atestigua con claridad la subordinación de María a Jesús, según los fundamentos de la mariología tradicional. Pero el cuerpo del Sermón documenta también el lugar privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación, dada su particularísima participación como Madre en el sacrificio del Hijo. Esta concepción la resume en un bellísimo sermón dedicado a la Virgen en el que manifiesta:  "En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres , piensa en María, invoca a María. Que Ella no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para que obtengas la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida. Si la sigues, no puedes desviarte; si la invocas, no puedes desesperar; si piensas en ella, no puedes equivocarte. Si ella te sostiene, no caes; si ella te protege, no tienes que temer; si ella te guía, no te cansas; si ella te es propicia, llegarás a la meta..."  ( Extraído de la Audiencia General  de  Benedicto XVI del 21 de octubre de 2009).

    Pero  pese a ser uno de los santos  más fervientes devotos de la Virgen, San Bernardo se opuso en su momento a que se celebrase la festividad de la Inmaculada Concepción. En su carta  ( 147 de  las Obras Completas ) dirigida a los Canónigos de Lyon,  conocedor de que éstos quería  instituir dicha fiesta, tras dejar clara la necesidad de honrar a la Madre de Dios, manifiesta que ésta, "colmada de títulos honoríficos, no necesita honores falsos ".  Reconoce que " aprendió a tener por santo y  festivo el nacimiento de la Virgen, sintiendo  firmemente con la Iglesia que recibió en el vientre de su madre la gracia de nacer santa." Les dice en su carta:" Yo pienso que descendería sobre ella una bendición de santificación más plena, que no sólo santificaría su nacimiento, sino que haría también su vida inmune en adelante de  todo pecado." Pero añade : "¿Qué coherencia tiene pensar que la concepción debe ser también  santa porque precedió a su  nacimiento santo? ... Previamente fue concebida privada de la santidad; por eso fue  necesario santificarla una vez concebida, para que el parto fuera ya santo... La santidad que se le concedió una vez concebida pudo santificar ciertamente su nacimiento posterior, pero de ninguna manera retraerse a la concepción ya realizada."   En este tema, Bernardo fue hijo de su tiempo, en el que no estaba aún  bien definido el que luego sería dogma y siguió las tesis sustentadas por otros Padres de lglesia.

     No obstante, en esta misma carta, cada vez que se refiere a la Santísima Virgen   demuestra tales sentimientos de amor y devoción que pese a su  oposición a la celebración de la festividad, todo su escrito se convierte en un elogio a  la figura de María.

     Hoy, día de San Bernardo, es día de celebración en todos los monasterios cistercienses, cuya vida espiritual se nutre de la doctrina de  Santo Abad , al que en gran parte deben la profunda devoción mariana de la orden .

NO ERES MÁS SANTO PORQUE NO ERES MÁS DEVOTO DE MARÍA  





      

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