domingo, 8 de enero de 2012

DECÁLOGO DE LA SERENIDAD




     Hoy comienza el tiempo ordinario. No quiere decir que sea un tiempo vulgar o de menor importancia que los tiempos litúrgicos fuertes. Precisamente durante el mismo, Jesús se nos muestra como el hombre de su tiempo que fue. Primero un chaval que iba "creciendo en estatura, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombre" como tantos otros; imagino que después un joven trabajador que aprendería el oficio de su padre terrenal; lo veremos disponiéndose a iniciar su vida pública, eligiendo a sus primeros discípulos, empezando a hablar en las sinagogas... Un judío cabal,  el Hombre-Dios que a través de su vida ordinaria iba desempeñando su misión salvadora
     No sé por qué, en la llegada del tiempo ordinario me trae a la memoria el "Decálogo de la Serenidad" al parecer escrito por el Beato Juan XXIII. Creo que puede ser una buena manera de empezar este nuevo ciclo litúrgico.




     Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.

·     Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras; no criticaré a nadie y no pretenderé mejora o disciplinar a nadie, sino a mi mismo.

·     Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo sino en éste también.

·     Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten a mis deseos.

·     Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

·     Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.

·     Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer y, si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.

·     Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.

·     Sólo por hoy creeré firmemente –aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mi como si nadie más existiera en el mundo.

·     Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo a gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.

·     Puedo hacer bien durante doce horas, lo que me descorazonaría si pensara tener que hacerlo durante toda mi vida.



     

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